Hace tiempo que oí hablar del tarot; al principio, no creía, lo consideraba algo superficial; pero un día, en unas vacaciones en Galicia, tuve la oportunidad de conocer a una tarotista gallega, descendiente de varias generaciones de tarotistas y a la que consulté por un problema de amor. Llamé sin demasiadas esperanzas y con la fecha de nacimiento y pocos más datos, comenzó a echar las cartas, a descubrir mi interior de una forma que me dejó atónita de sorpresa. La bruja del tarot se llamaba y le llaman. Es una persona con unas dotes y unas cualidades innatas que ha mejorado por los conocimientos que sus antepasados, su abuela sobretodo, le han ido transmitiendo. Desde entonces, creo en el tarot, en los tarotistas profesionales que están día a día estudiando los astros, la posición del sol, el influjo de la luna y he de confesar que soy una apasionada del tarot y de los horóscopos hechos con profesionalidad. Me contaba esta bruja gallega la historia de su abuela cuando transitó por un camino enfangado sin mancharse lo más mínimo el calzado, cuando todo el mundo se clavaba en el fango, los problemas que solucionó a muchas gentes de la aldea, antes de abrir gabinete en la ciudad....y muchas y muchas historias que iré degranando aquí.
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